lunes, febrero 26, 2007

Más rollo que película

Ya había dicho antes yo que el teatro lo puede salvar a uno aquí en La Habana de una noche rutinaria, del ya habitual y poco económico "vamos a tomar algo" o del precioso malecón, que no por agradable deja de ser aburrido cuando se le repite con frecuencia. Y es que en esta ciudad maravillosa y perdida ya es difícil para los de a pie entretenerse y tener una vida nocturna activa y variada. Hay quienes tienen un amigo/central que les consigue entradas para un concierto exclusivo de Buena Fe, pero hay quienes no. Así es la vida, plural y diversa, y no monolítica e igualitaria.

Y es que en mis habituales escapadas pude ver este fin de semana en su última presentación, la obra "Vientos huracanados" de Julio Cid, que se estuvo presentando por varias semanas hasta esta última en el teatro Hubert de Blank, en el Vedado. Ya de reposición, trata de una familia que, atrapada en su casa en medio de un ciclón, hace catarsis hasta sangrar y luego sanar heridas viejas y nuevas.

Pero la obra me hizo pensar, y el hecho de que estuviera en reposición precisamente ahora, cuando ya alguna vez estuvo en cartelera, es interesante. Interesante pues dentro de la crítica, ya presente cada vez más en las expresiones artísticas cubanas de los últimos tiempos, tiene un diálogo tremendo en un momento determinado acerca del quinquenio gris y de cómo se proyectó ese proceso sobre la homosexualidad y el teatro cubano. Sí, ese mismo quinquenio gris del que se ha debatido mucho en estas últimas semanas. En el guión de la obra por supuesto que no lo llaman así, pero lo llaman, a gritos, a lágrima viva.

Y luego de ovacionar y salir de allí satisfecho por lo atinado de mi elección en noche de viernes, me puse a pensar que me está pareciendo como moribundo ese debate. Ya casi no me llegan ecos de sus participantes, ya casi no llega nada nuevo de nadie que se haya añadido. Dicen que nunca es tarde pero ya parece que todos dijeron lo que quisieron y ya nadie dice más.

Es bien conocido y reconocido el hecho de que acá en esta isla las situaciones de crisis son el fuerte de muchos, en particular las situaciones de ciclones y otros fenómenos que traen vientos huracanados, como los de la obra. Algunos siempre creen y hasta vaticinan que una u otra de estas ventoleras será o señalará el fin, pero nada. Siempre al final la maravillosa capacidad organizativa (o los babalaos, vaya usted a saber) que ha desarrollado esta sociedad se impone sobre las amenazas. "Mucho ruido y pocas nueces", diría Shakespeare, o en buen cubano, "más rollo que película". La cosa es que el debate, la pluralidad, la discusión llegó, pero se fue. Y aparentemente nada quedó, sólo el recuerdo de los que creímos que ocurría algo distinto.

2 comentarios:

Gabriel Syme dijo...

Suponer que habría podido pasar algo en el rollo ese de los intelectuales era esperar demasiado. Algunos entraron con seriedad, o eso me parece: Desiderio, Fowler, acaso Arturo Arango y luego alguna gente más joven. Pero muchos de los que estuvieron en el dale-al-que-no-te-dio inicial lo hicieron por rencor, por oportunismo, por vedetismo, por preocupación personal, pero no por el deseo de llegar al fondo del asunto o de discutir con seriedad el problema. Ellos se conformaban con transmitir su incomodidad, con dejar saber que ya no se iban a dejar trajinar de nuevo, que ahora eran parte del establishment y que se iban a quejar. Una vez que se satisfizo sus demandas no explícitas, se retiraron de la discusión y probablemente hasta habrán comenzado a hacer de bomberos, que uno ya los conoce de hace años. De todas formas, fue interesante y creo que al final dejó un buen sabor. Esperar más, habida cuenta como son las cosas, era ingenuo.

lavenadelgusto dijo...

Te felicito...escribesw desde las catacumbas.
Ojala sigas haciendolo siempre.